DE SAN VICENTE A PEKIN: EL INFLUENCER ARGENTINO QUE AMAN MILLONES DE CHINOS

La vida de Brian González es de película. Pasó de estudiar mandarín por hobby a ser empresario e influencer en Pekín. Hoy tiene 1,3 millones de seguidores en Weibo y es una celebrity argentina en China que introduce símbolos argentinos como el poncho o a Hijitus a la sociedad oriental.

Todo empezó a los 15, cuando eligió estudiar el lenguaje «porque sí». No sabía ni por dónde empezar a averiguar, así que recorrió los supermercados chinos con su madre. La respuesta llegó de un comerciante de su barrio, en San Vicente,  provincia de Buenos Aires. Le recomendaron ir al Instituto de Idioma y Cultura China en San Telmo.

Compitió en certámenes de idioma chino y ganó. Tuvo su primera gran oportunidad: lo becaron para ir a estudiar a China. Le pagaban para irse a vivir allí por un año, pero pidió extender el beneficio otro año más. Decidió quedarse y se anotó en la universidad para terminar la carrera de filología china. Luego se especializó: eligió una maestría en Comercio Exterior.

Una vida de oportunidades

Mientras estaba en la universidad, llegó su segunda gran oportunidad. Los productores de un canal de televisión se enteraron de que había un argentino que hablaba un chino muy fluido. Lo invitaron a formar parte de un casting para un programa de panelistas extranjeros que relatan cómo es la cultura de cada uno de sus países.

En el casting le hicieron hablar de un superhéroe de su país. Presentó a Hijitus y enamoró a los productores. Hace cuatro años lo contrataron como panelista y ya habló de la bandera de la Argentina y se vistió de gaucho. «En el programa todos se volvieron locos por los ponchos. Ahora los chinos saben que la Argentina no es solo fútbol y nada más», relata el influencer que se convirtió en una especie de embajador mediático de su país de origen.

Desde entonces vive en Beijing, donde conoció a su mejor amigo y socio en Green Channel, su empresa de tours de compras para clientes mayoristas. Llevan a compradores de todo el mundo a contactarse con proveedores en Yiwu, una ciudad que es «el epicentro de las chucherías», tal como la define González.

Así define su trabajo: «Existe el prejuicio de que los chinos engañan a sus clientes. Hay veces en las que eso sí sucedió, y por eso nuestra propuesta de valor es pedir un porcentaje del precio de la compra para que nuestros clientes no reciban un contenedor vacío o un producto erróneo».

La relación con su socio chino empezó en la universidad, cuando su futuro amigo estudiaba español y González, chino. Lo que empezó como un intercambio idiomático terminó en una relación comercial. «En un principio nos escribíamos en hojas A4 para entendernos, un poco en chino y otro poco en español, porque los dos teníamos un nivel de aprendizaje muy rudimentario», relata.

Cuando él avanzó en su especialización y estudió Comercio Exterior, decidió emprender junto a su amigo. «Las empresas joint venture son más fáciles de tener que una compañía exclusivamente de capitales extranjeros, porque los trámites son más engorrosos en el último caso. Tener un socio chino me ayuda también en las negociaciones, porque es más fácil que vaya a hablar él y que no haya malentendidos culturales», apunta.

Un argentino en Pekín

González asegura que no siente una gran distancia con sus pares chinos. «Para mí, son como latinos tímidos. No hay tanta diferencia en lo que pensamos. Se me hace que somos más cercanos entre chinos y latinos que entre chinos y europeos», afirma.

El programa donde participa como panelista sale en el canal Hubei TV. Apunta a un público joven, universitario, y tiene especial éxito entre chinos radicados en el extranjero. «Como los jóvenes acá no ven la tele, encontré más público en las redes», relata. Así llegaron los patrocinios de distintas marcas, especialmente de apps para el teléfono y alcanzó 1,3 millones de seguidores

El ecosistema de medios e influencers chinos es masivo, así que puede caminar tranquilo por la calle. Pero cuando viaja, dice, lo reconocen mucho. «Cuando voy de viaje a Madrid o Londres, por ejemplo, los chinos inmigrantes me saludan. Dicen que ven mucho el programa porque se sienten identificados con las vivencias que tenemos nosotros como extranjeros», sostiene.

Asegura que su vida en Pekín es tranquila. «Los chinos no se meten demasiado en la vida del otro y son muy amables», dice. En el trabajo se encuentra con algunas trabas más. «Siempre existen problemas de comunicación, pero son propios de dos idiomas y culturas distintas. Si tenemos diferencias con chilenos y brasileños, ¿cómo no vamos a tenerlas con los chinos?», resume.

Fuente: La Nación