Poco se conoce públicamente sobre cómo avanzó esta causa en la Justicia, ni en qué estado está y menos aún cuál fue el destino de los cuerpos encontrados sin cremar.
Días atrás el diario La Nación de Capital Federal, señaló en una nota que los crematorios de los cementerios fueron en la última década escenario de estafas a deudos, a los que les cobraban por el servicio de incineración y les daban cenizas de origen incierto, ya que, en realidad, los cuerpos eran enterrados en osarios o acumulados en bóvedas.
En este marco, el artículo, recordó que en septiembre del año 2016 dicho matutino publicó un artículo abordando el caso de la familia Goldsztein, que pagó $4200 por un servicio por el concesionario del crematorio del Cementerio Municipal de Chascomús.
Les dieron cenizas que, para cumplir con el último deseo del fallecido, arrojaron a las aguas de la laguna. La Justicia reveló pronto que el cuerpo no había sido incinerado y estaba en el cementerio, acumulado junto a otros tres.
Los antecedentes
En su primera nota La Nación había informado que Félix Goldsztein había luchado dos años con todas sus fuerzas contra una enfermedad terminal. Pero, falleció el 21 de junio del 2016. Era amante de la pesca y le pidió a su familia que, cuando no estuviera más, cremaran su cuerpo y arrojaran las cenizas en la laguna de Chascomús. En una ceremonia íntima, los familiares cumplieron con el deseo. En ese momento nadie se imaginó que habían sido estafados y que el cadáver todavía estaba en el crematorio del cementerio municipal.
Pero la familia Goldsztein no fue la única en ser engañada por el concesionario del crematorio del Cementerio Municipal de Chascomús: la Justicia allanó el lugar y encontró otros tres cuerpos sin cremar.
En ese momento la sospecha de los investigadores es que la intención era enterrar a los cadáveres en el osario municipal y la fiscal Daniela Bertoletti Tramuja, que indagó a Ernesto Machado, a cargo del concesionario del crematorio, acusado del delito de estafas reiteradas.
Los Goldsztein no sabían nada de lo que había pasado hasta una semana después de la ceremonia íntima que hicieron en la laguna de Chascomús cuando les llegó una cédula judicial de la fiscalía de Bertoletti Tramuja.
Nunca se imaginaron qué estaba investigando la representante del Ministerio Público. Mauro acompañó a su madre, Mirta, a la fiscalía. Como los funcionarios judiciales le preguntaron a la viuda cómo había sido el servicio para la cremación, la mujer explicó que había sido su hijo el que se había encargado de dicho tema.
Entonces, Mirta de Goldsztein salió de la oficina para que ingresara su hijo. Todavía nadie sabía que había pasado. Pensaban que se trataba de una serie de irregularidades en el crematorio, pero no se les pasaba por la cabeza cuál era el inconveniente.
Entonces, fue Mauro el primero de la familia Goldsztein que se enteró qué pasaba en el cementerio municipal de Chascomús. “En la fiscalía me contaron que habían hecho un allanamiento en el crematorio porque vecinos del lugar habían denunciado olores nauseabundos y que habían descubierto cuatro cuerpos sin cremar y tuve que reconocer por fotografías el cuerpo de mi padre”, recordó.
Cuando supo la verdad, Goldsztein, de 38 años, se sintió estafado e indignado. “Tuve mucha angustia, bronca y se volvió a abrir una herida que comenzaba a curarse. De un plumazo me borraron el último recuerdo que tenía de mi padre. Me tuve que enfrentar a una imagen muy cruda”, agregó.