Sin importar su origen, todos alguna vez han escuchado algo sobre una técnica infalible que promete regresar a las personas de la muerte.
Se trata de la criogenización, proceso que pretende la preservación humana de un organismo recién fallecido a través del congelamiento con nitrógeno líquido. Según la teoría, esta técnica puede conservar el cuerpo especialmente, las conexiones cerebrales a través del enfriamiento, de la misma forma que ocurre con la carne que se guarda en un refrigerador para ser consumida días después.
Por supuesto, un mecanismo para sortear las vicisitudes del tiempo rompiendo con su paso inexorable y saltar las barreras que la física y biología levantan para cualquier ser vivo, no parece tan sencillo como abrir y cerrar una cámara de congelación.
He aquí el punto de inflexión entre la ciencia y los buenos deseos, entre la realidad y las aspiraciones a realizar algo fantástico sin los métodos ni las herramientas adecuadas: la criogenización espera llegar a su punto de realización a través del desarrollo de la neurociencia en el futuro. El reto más complicado está en “reanimar” la mente de una persona. Se trata de un campo relativamente nuevo para los neurocientíficos, del que apenas se tienen un par de certezas como granos de arena entre un océano de misterios e interrogantes.
La principal esperanza para los entusiastas de esta práctica está en los avances de la conectómica, disciplina que se encarga de estudiar cada una de las conexiones que un cerebro desarrolla entre cada unidad anatómica, es decir, sus neuronas. A través de ellas se puede crear un mapa de cada conexión neuronal en vías de simular con exactitud (que no reanimar) un cerebro existente.
Sin embargo, resulta imposible conocer el funcionamiento de la mente y la información compartida en la sinapsis; como si se tratara de un mapa de la ciudad que muestra el trazo urbano pero no especifica lo que existe en cada bloque, ni el nombre de cada calle y avenida.
Especialmente complicado es conocer el misterio que conlleva la sinapsis cerebral y la particularidad que cada sistema nervioso presenta entre ellas, pues un cerebro no funciona de forma análoga a los demás órganos, sino que cada uno se compone de conexiones propias. En palabras de Michael Hendricks, neurocientífico y profesor de Biología para el MIT Technology Review:
“Las características de tus neuronas y sinapsis que hacen que seas “tú” no son genéricas. El vasto conjunto de sutiles modificaciones químicas, estados de regulación genética y distribuciones subcelulares de complejos moleculares forman parte del flujo dinámico de un cerebro vivo”.
En este sentido, sería absurdo considerar a la criogenización como una práctica científica, pues carece de argumentos para realizarse exitosamente en la actualidad. El grueso de la comunidad, tanto a favor como en contra de este método, coinciden en la imposibilidad práctica que esta técnica supone en el presente.
En la actualidad todo apunta a que se trata más de un acto propio de la ciencia ficción y la fantasía que un escenario factible. No obstante, distintas empresas en Estados Unidos y Rusia ofrecen sus servicios de criogenización a un público capaz de pagar fuertes sumas de dinero en uno de los momentos más duros: el fallecimiento de un ser querido.
Esta condición de vulnerabilidad es explotada para generar ganancias con la esperanza, el duelo y todos los sentimientos que cruzan por la mente de alguien que pierde a un ser amado. Es obligación de cada persona realizar todo lo que siempre deseó y darse cuenta que no es necesaria una técnica revolucionaria para alcanzar la inmortalidad.
En palabras de Carl Sagan: “Si tenemos en cuenta el número casi infinito de posibilidades y caminos que conducen a nacer a una sola persona, debes estar agradecida de ser tú misma este preciso instante. Piensa en el enorme número de posibles universos alternativos en los que, por ejemplo, tus tatara-tatara-abuelos nunca se encontraron y tú nunca llegaste a existir. Tienes el placer de vivir en un planeta en el que has evolucionado para respirar el aire, beber el agua y adorar el calor de la estrella más cercana. Estás conectada con todas las generaciones y los seres vivos de este mundo a través del ADN. También con el universo, porque cada célula de tu cuerpo fue creada en los corazones de las estrellas”.