Fue con su hijo a un torneo de tae-kwondo en GEBA, la violaron, estrangularon y por una imprudencia, se delataron los asesinos.

Lo que empezó como una jornada de competencia y alegría para Fabiana Gandiaga y su hijo terminó convirtiéndose en un misterio estremecedor que mantuvo en vilo a toda una comunidad.

19 de Febrero de 2025

BUENOS AIRES –   El 20 de octubre de 2001, Fabiana, una maestra de 36 años, acompañó a su hijo a un torneo interbarrial de taekwondo en el club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA). Mientras esperaba su turno en las gradas junto a una amiga, decidió bajar a comprar una gaseosa. “Me voy a comprar una gaseosa”, dijo, sin imaginar que sería la última vez que alguien la vería con vida. Por si no llegaba a tiempo, dejó su filmadora para que su amiga pudiera grabar la participación de su hijo. Pero Fabiana nunca volvió.

Su desaparición se convirtió en un enigma. Durante una semana, la familia y las autoridades la buscaron incansablemente sin respuestas. Su auto seguía en el estacionamiento del club, intacto, pero ella había desaparecido sin dejar rastro. Sin embargo, una torpeza de sus asesinos y un llamado telefónico que exigía un rescate llevaron la investigación al lugar donde todo comenzó: Fabiana nunca había salido del club. Su cuerpo fue hallado dentro de una bolsa de consorcio en un hueco de la cámara de electricidad, en el segundo subsuelo de GEBA. Había sido brutalmente violada y estrangulada.

Un laberinto fatal y la trampa mortal

Perdida en la enorme estructura de 35.000 metros cuadrados del club, Fabiana intentó salir por la puerta equivocada y se cruzó con un empleado de limpieza, quien, en apariencia, intentó ayudarla a encontrar la salida. Pero en realidad, la condujo hacia una emboscada.

El hombre la llevó hasta un entrepiso en obra, donde lo esperaban otros dos sujetos. En ese lugar, la obligaron a entrar a un baño y comenzó su calvario. Los tres hombres la golpearon salvajemente hasta dejarla sin fuerzas. Luego, la violaron en grupo. En medio del ataque, uno de ellos la sujetó con fuerza del cuello y la estranguló. Fabiana agonizaba, pero aún estaba viva cuando le cubrieron la cabeza con una bolsa de consorcio y la arrastraron hasta el subsuelo, donde la abandonaron. Murió sola en la oscuridad, mientras, sin saberlo, su hijo competía en el torneo.

El celular que reveló el crimen

Mientras la desesperación por su paradero crecía, los criminales cometieron un error fatal. Utilizaron el teléfono celular de Fabiana para realizar llamadas extorsivas a su familia. Exigían un rescate por su liberación, cuando en realidad, ella ya había sido asesinada.

El Departamento de Delitos Complejos de la Policía Federal intervino la línea y logró rastrear una de las llamadas hasta una mujer de Berazategui, quien estaba en contacto con Fernando Antúnez, uno de los empleados de limpieza del club. La pista llevó a la detención de Antúnez, quien tenía un rasguño en el rostro, señal de que Fabiana había luchado por su vida. Bajo presión, delató a sus dos cómplices: Carlos Vallejo y Miguel López.

Un juicio con sabor a injusticia

En 2003, el Tribunal Oral en lo Criminal N° 14 condenó a Antúnez y a Vallejo a 21 años de prisión por violación seguida de muerte. López, en cambio, fue absuelto, a pesar de las sospechas sobre su participación en el crimen. La fiscalía había solicitado la pena máxima de 25 años, pero el tribunal no accedió al pedido.

“Me llevo dos decepciones. En primer término, pensé que los tres iban a ser condenados y en segundo lugar, esperaba que les dieran la pena máxima de 25 años que pedí por este crimen aberrante”, expresó el abogado de la familia de Fabiana, Juan Devalle.

El esposo de Fabiana, Andrés Cabana, quien para ese entonces ya vivía en España con su hijo, recibió la noticia con profundo dolor. “Esperábamos justicia completa y no la obtuvimos”, lamentó.

Una herida que nunca cerró

El asesinato de Fabiana Gandiaga dejó una marca imborrable. Un simple error al tomar la escalera equivocada la puso en manos de tres depredadores que truncaron su vida de la forma más atroz. El crimen puso en evidencia falencias en la seguridad de grandes instituciones y la impunidad con la que operaban ciertos empleados.

A más de dos décadas del crimen, la historia de Fabiana sigue resonando como una de las más trágicas y desgarradoras. Su familia, aunque alejada del país, nunca dejó de recordarla ni de exigir la justicia que, para ellos, aún sigue incompleta.

fuente: TN.com.ar

 

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