
Desde hace siglos, una señal de humo que se eleva sobre Roma marca uno de los momentos más solemnes del catolicismo: la elección de un nuevo Papa. ¿Cómo nació esta costumbre? ¿Qué significado tiene hoy la fumata que todos esperan en la Plaza San Pedro?
03 de Mayo de 2025
Pocas imágenes generan tanta expectativa como la de una chimenea lanzando humo blanco desde el Vaticano. Es la señal inequívoca: la Iglesia tiene nuevo pontífice. Pero detrás de ese gesto tan simbólico hay siglos de historia, experimentos fallidos, mejoras técnicas y una profunda carga ritual.
La costumbre comenzó a tomar forma en el siglo XIII, cuando el papa Gregorio X instituyó el cónclave (del latín “con llave”) como método para encerrar a los cardenales hasta que se decidiera quién sería el nuevo líder de la Iglesia. Desde entonces, y especialmente a partir del siglo XV, se quemaban las papeletas de voto para preservar el secreto. Así nació el “humo de la elección”.
Sin embargo, por siglos no se distinguía el color: simplemente salía humo tras cada votación. Recién en el siglo XIX se empezó a experimentar con mezclas de paja seca o húmeda para intentar comunicar al pueblo si había o no consenso. El problema: era muy impreciso. En el cónclave de 1878, por ejemplo, muchos fieles confundieron el humo espeso con una señal positiva y se retiraron… antes de tiempo.
Recién en 1914, con la elección de Benedicto XV, se estableció oficialmente la diferencia: fumata negra si no se alcanzaban los dos tercios necesarios, fumata blanca cuando había Papa. A lo largo del siglo XX se perfeccionó el método: se incorporaron mezclas químicas específicas —como perclorato de potasio y antraceno para el humo negro, clorato de potasio y colofonia para el blanco— que garantizan señales claras, sin confusión.
Desde 2005, además, se usan dos estufas: una para quemar votos y otra para emitir la señal. Cuando el humo blanco aparece, se suma un repique de campanas para enfatizar la noticia. Así fue en 2013, cuando el argentino Jorge Bergoglio se convirtió en el Papa Francisco.
Pero la fumata no es solo una señal práctica. En la liturgia católica, el blanco representa pureza, iluminación y gozo festivo, mientras que el negro sugiere duelo o espera. La fumata blanca se interpreta entonces como una señal espiritual de renovación y unidad bajo la guía del Espíritu Santo.
En tiempos de redes sociales y transmisiones en vivo, este ritual centenario sigue capturando la atención del mundo entero. Porque cuando el humo blanco se eleva sobre Roma, no sólo nace un nuevo papado: renace una tradición milenaria.
Fuente: history.com, es.wikipedia.org, catholic.net, uscatholic.org, articulo14.es, 20minutos.es, muyinteresante.com
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