Tenía 92 años de edad, y heredó el diario hace medio siglo. Bajo su mando se transformó en uno de los multimedios más importantes de américa.
La señora de Noble, dirigió al diario más leído del país durante casi medio siglo, convirtiéndose en la primera mujer en conducir los destinos de un diario de venta masiva.
Bajo la conducción de Ernestina Herrera de Noble, que murió hoy a los 92 años, Clarín se transformó en el diario de mayor tirada de habla hispana y dio origen al surgimiento del Grupo Clarín, uno de los principales multimedios de América latina, con participación en radio, en televisión abierta y por cable, en la industria gráfica, en internet y en el amplio mundo de las telecomunicaciones.
Se puso al frente de Clarín el 21 de enero de 1969, apenas 9 días después de la muerte de su esposo y fundador del diario, Roberto Noble.
Alguna vez Ernestina recordó cómo fue aquel día iniciático: «Estaba angustiada, pero al mismo tiempo llegué con una tremenda determinación: debía continuar la obra de Noble. No imitándolo, porque las personas son insustituibles y cada uno tiene su estilo. Pero sí teniendo presentes sus principios. Recuerdo que ese día todo el personal del diario se reunió en la sala de redacción. Eran varios centenares de personas. Alrededor de las 7 de la tarde di un mensaje y luego invité a todos a continuar con la edición, como todos los días”.
El país no le iba a dar mucho respiro. A sólo 4 meses de aquella tarde de enero, el estallido conocido como el “Cordobazo” iba a cambiar para siempre el mapa de la protesta social en la Argentina, además de sentenciar al fracaso el gobierno del dictador Juan Carlos Onganía, cabeza de la llamada “Revolución Argentina”.
Al mes del «Cordobazo», el asesinato del dirigente metalúrgico Augusto Vandor iba a disparar una espiral de violencia, agigantada un año después por el secuestro y asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu.
El crimen de Aramburu fue la presentación formal de la guerrilla peronista Montoneros, a la que se sumaría la guerrilla trotskista del Ejército Revolucionario del Pueblo.
Esa violencia, a la que se agregó el terrorismo de Estado desatado el 24 de marzo de 1976, ensangrentó a la Argentina y duró casi 15 años en los que Clarín, con la viuda de Noble al frente, defendió el ejercicio pleno del estado de derecho, se opuso a toda forma de violencia, impulsó el respeto por las libertades individuales y por el sistema democrático y pugnó, como siempre, por el desarrollo del país que parecía estancarse.
El crecimiento de Clarín, la firmeza de su directora para mantener las ideas y postulados que identificaron con una línea clara e inquebrantable al diario y al Grupo, desató en los últimos 20 años una campaña de desprestigio contra la señora Noble y contra Clarín, con la única finalidad de menoscabar la figura de sus directivos, destruir el renombre y popularidad del diario y, durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, adueñarse del Grupo Clarín para controlar la información, o borrarlo literalmente del mapa de las comunicaciones argentinas.
La señora de Noble no respondió a esos ataques, a menudo bárbaros, violentos, inhumanos, tal vez escudada en un lema que era de su esposo y que había asumido como propio: “Quienes hacen un diario no tienen que ser noticia”.
Hizo público, eso sí, su dolor de madre ante el ataque que entonces sufrían sus 2 hijos, de quienes alguna vez dijo que eran toda su esperanza y llenaban el espacio de su corazón.
Inicios
Ernestina Herrera, nació en Buenos Aires el 7 de junio de 1925.
Su padre, Juan Herrera, cordobés, era profesor de Filosofía y Letras y su madre, María del Carmen Morales, una valenciana concertista de piano que nunca ejerció como tal.
Ernestina fue la menor, y la más mimada, de 6 hermanos, 4 de ellos mujeres.
Estudió la primaria en la escuela Guido Spano y la secundaria en un colegio de Flores, Ana María Janer.
Como recordó alguna vez en uno de los escasos reportajes que concedió, conoció a Noble durante un crucero por el río Paraná: “Fue en 1946. Yo iba en un barco con un grupo de amigos y de pronto pasa el Tenondé, el primer barco que tuvo mi marido. Alguien de mis amigos lo saludó y entonces Noble nos invitó a pasar al barco de él. Allí surgió una simpatía que se acrecentó con el tiempo, aunque no nos veíamos frecuentemente. Me impresionó de él su talento, no su belleza. Un hombre se transforma en hermoso cuando tiene algo importante que decir. Y mi esposo lo tenía”, reveló en 1970.
Se casaron el 27 de julio de 1967, en una ceremonia oficiada por el entonces cardenal primado de la Argentina, monseñor Antonio Caggiano.
Un año y medio después, ya viuda, Ernestina Herrera se hacía cargo de la dirección de Clarín.
Desde entonces el compromiso que asumió fue llevar adelante los ideales del fundador de Clarín y el de llevar al diario a ser uno de los medios de mayor venta, prestigio e influencia del continente, hasta convertirlo en el octavo de mayor tiraje en el mundo.
Identificó a Clarín con el hombre de la calle, con el argentino medio, con el hombre común: “Con el argentino y la argentina que pelean a brazo partido para llegar a fin de mes, con quien tiene 2 trabajos para poder darle una buena educación a sus hijos, con esa mujer que renuncia a un vestido para hacerle la fiesta de 15 a su hija, con ese señor que hace el secundario de noche”, dijo en 1990.
“También pretendemos humildemente ─agregó, en un reportaje para la revista Somos─ presentarle al país nuestros puntos de vista, nuestra forma de ver el país.”
Acaso con certera intuición, aunque sin sospechar la odisea que iba a atravesar pocos años después, definió entonces las relaciones de Clarín con los poderes públicos.
“Ha habido momentos buenos y momentos malos con los distintos gobiernos. Y seguro que en el futuro será igual. En general, siempre ha sido la relación que corresponde a un medio de prensa importante, y en esa relación nuestro interés principal siempre ha sido conservar un espacio de independencia”.
Veinte años antes, en circunstancias muy diferentes (y en el 35° aniversario del diario), la directora de Clarín había expresado los mismos afanes de independencia profesional y el mismo desafío a cimentar el desarrollo del país. Y tres años más tarde, en vísperas del retorno a la democracia, tras el triunfo electoral del peronista Héctor J. Cámpora el 11 de marzo, y días antes de su asunción, el 25 de mayo, un editorial de Ernestina Herrera volvió a definir los férreos lineamientos libres y autónomos de la publicación. El 17 de abril de 1973, escribió: “Clarín es un órgano periodístico independiente, objetivo e imparcial, y no sujeto a condicionamientos con nada ni con nadie. Ratifica para ello su compromiso indeclinable con los intereses de la Nación”.
El país estaba entonces conmovido por la violencia política y en el lapso de seis meses iba a estar sacudido por esa violencia que golpeó incluso a Clarín. En septiembre de 1973 un comando del ERP 22 de Agosto, una fracción escindida de la guerrilla trotskista, secuestró a un ejecutivo de Clarín para obligar al diario a publicar tres solicitadas. El mismo día en que fueron publicadas, una de ellas en la portada, un comando de la ultraderecha peronista, presumiblemente integrado en su mayoría por matones sindicales, armados con ametralladoras y fusiles, tomó por asalto la sede del diario, ametralló sus cristales, agredió a sus empleados, arrojó bombas molotov que desataron un principio de incendio. El objetivo era llegar a las rotativas y destruirlas con bombas, pero no pudieron acceder a las máquinas.
El timón de Clarín, en manos de la viuda de Noble y en medio de aquellos mares procelosos, no se apartó un milímetro de sus postulados en defensa del estado de derecho, de la paz social, de la concordia y, de nuevo y siempre, del desarrollo de la Argentina.
Ruptura
El 12 de enero de 1982, décimo tercer aniversario de la muerte de Roberto Noble, su viuda dio un golpe de timón: sin romper con los principios fundacionales de Clarín, de impulsar el desarrollo argentino, el diario puso distancias con el MID (Movimiento de Integración y Desarrollo), heredero de la vieja UCRI que en 1958 había llevado a la presidencia a Arturo Frondizi. Aquel día, por sorpresa y frente a los periodistas reunidos para la ocasión frente al busto de Noble en la redacción del diario, Ernestina Herrera dijo:
“(…) Esa es nuestra misión fundamental: hablarle al país para decirle a sus hombres, sean gobernantes o simples ciudadanos, que la felicidad de los argentinos estará garantizada sólo por una Nación poderosa, en la cual sus riquezas dejen de ser, de una buena vez, potenciales, para convertirse en reales. (…) Por ser lo que somos, entonces, tenemos también otro compromiso, asumido con nuestro Fundador y con nuestra enorme legión de lectores: ser objetivos, amplios, colocando siempre los espacios de nuestras páginas a disposición de todos los sectores representativos de la vida nacional. (…) Sabemos, al mismo tiempo, que eso conlleva una responsabilidad también creciente, que no es otra que la de garantizar la claridad impoluta de nuestra información, de nuestras posiciones y de nuestros análisis. Todo ello es el único compromiso que tiene mi dirección. El diario está abierto a todas las expresiones y corrientes del pensamiento nacional, es amigo de todos y no tiene amigos privilegiados. Clarín nació para propulsar un país distinto, grande y libre (…)”.
Menos de tres meses más tarde, estalló la Guerra de Malvinas que Clarín cubrió sin dejarse llevar ni por el voluntarismo, ni por los mensajes exaltados ni por el optimismo impuesto por la dictadura; por el contrario, intentó atenuar el exitismo sin dejar de reflejar la adhesión ciudadana que despertó, en principio, aquella aventura militar.
Vuelta a la democracia
Tras la larga noche de la última dictadura, Clarín retomó su prédica, silenciada como estuvo el resto de la prensa. El 30 de octubre de 1983, el día en que los argentinos volvían a elegir un gobierno democrático Ernestina Herrera de Noble escribió un editorial que describía a un país postrado y abatido. Ese retrato tiene hoy dramáticas resonancias porque no parece haber sido escrito hace 34 años: “La debilidad estructural del país consistente en el subdesarrollo de su economía, contaminó a todos los otros sectores que no eran inmunes al mal: hoy, por doquier se mire, hacia la educación o hacia el sistema hospitalario, hacia los servicios públicos o la vivienda popular, hacia cualquiera de los parámetros que permiten medir el progreso social, se advierten graves falencias, cuando no ruinas”.
Más adelante precisó: “(…) Vemos niños mendigando por las calles; ancianos abandonados; ollas populares; enfermedades sociales que estaban erradicadas y ahora retornan; escuelas donde la no deserción depende del ofrecimiento de un plato de comida; hospitales carenciados, padres que se desesperan por no poder ofrecer a los suyos las condiciones elementales de la subsistencia”. El país a ser salvado ese día, cualquiera fuese el signo del gobierno a surgir, afirmó, “Será el trabajo paciente de todos los días. Del gobierno, desde luego. Pero también de todos los integrantes de la comunidad, abocados a reconstituir el tejido social desgarrado”.
Primeros ataques
En 1990, cuando surgieron las primeras acusaciones de monopolio, defendió en un reportaje la posición del Grupo Clarín que, bajo su dirección, había crecido e incorporado en esos días al Canal 13: “Las acusaciones de monopolio aparecen siempre que hay competencia empresaria, como ahora con los canales de televisión. ¿Cómo puede hablarse de monopolio en una ciudad que tiene once diarios, veinticuatro radios de AM y FM, cinco canales de televisión, dos de video cable, tres agencias de noticias, una oficial y dos privadas, y más de cien títulos de revistas? Quienes hablan de monopolio desconocen la tendencia mundial que va hacia una integración de medios, una tendencia establecida en todas las democracias occidentales. A nadie se le ocurre hablar de monopolios en esos países porque un diario tenga un canal de televisión”.
Rehuyó con firmeza y sencillez, por convicción y también por su particular carácter, el fulgor y la pompa que suelen ser acompañar a algunos empresarios exitosos del país. Por el contrario, pareció recluida en la intimidad de su hogar, dedicada a la formación y crianza de sus hijos, con una casi estricta actividad social, fuera de las que le exigía su condición de cabeza del Grupo Clarín y fue, eso sí, infaltable y hasta que sus fuerzas lo permitieron, en los tradicionales brindis con los que Clarín celebró siempre un año más de vida.
Persecución
Con el nuevo siglo, los ataques al Grupo Clarín, que se habían iniciado en los años 90 se hicieron más directos y despiadados y tomaron la forma de acusaciones personales dirigidas a la directora y a los ejecutivos del Grupo.
En 2001, y por una denuncia de Abuelas de Plaza de Mayo, el objetivo de esa campaña de desprestigio fueron los hijos de Ernestina, Marcela y Felipe Noble Herrera, cuya guarda primero, en 1976, y adopción definitiva, en 1977, habían sido otorgadas por la Justicia. La denuncia pretendía instalar, y de alguna manera lo consiguió, la sospecha que los dos jóvenes de 25 años en el momento de la denuncia, eran hijos de desaparecidos. Se inició entonces una larga batalla legal que duró quince años, en la que Abuelas, presidida por Estela de Carlotto, actuó en contra de los derechos y de la intimidad de Marcela y Felipe Noble Herrera, y no en su favor como debió haber hecho de haber tenido fundamento esa sospecha, y como sí hizo la Asociación en los casos de otros menores, hayan sido éstos hijos de desaparecidos o no.
El 17 de diciembre de 2002, por una orden arbitraria y carente de toda juridicidad del entonces juez federal de San Isidro, Roberto Marquevich, la directora de Clarín fue detenida sin que el juez siquiera la hubiese citado a declarar.
Marquevich, que había dado súbito impulso a la denuncia de Abuelas y que incluso habría llegado a comentar en reuniones públicas su decisión de detener a Ernestina, fue destituido luego por haber ordenado esa detención sin causa, prejuzgando y con manifiesta enemistad, tal como dictaminó luego la Justicia.
Tres días después, en vísperas de la Nochebuena de ese año, la directora pasó a cumplir arresto domiciliario y tres días más tarde, a sólo seis de su arbitraria detención, la Cámara Federal de San Martín ordenó su excarcelación.
Ni por un instante, y pese a que la denuncia involucraba a sus hijos, la directora de Clarín perdió de vista que el verdadero objetivo de la maniobra era destruir a Clarín, una visión que fue acompañada por el cuerpo ejecutivo del Grupo, con el entonces CEO, Héctor Magnetto a la cabeza. El 12 de enero, esa visión quedó plasmada en otro editorial de Ernestina Herrera de Noble, en el que hizo pública su opinión sobre su propia detención. Fue una pieza periodística vibrante, que debió encender las alarmas sobre lo que estaba por venir, que la pluma de Ernestina anticipó con toda claridad: “Mi prisión forma parte de un plan que comenzó varios meses atrás y que tiene previstas muchas acciones más. Hay un sector político que quiere ir limpiando el terreno para adueñarse de todo el poder; su primer paso es destruir a los medios independientes y, de esa manera, hacer desandar todo el camino de libertad que el periodismo y la gente hemos construido desde el retorno de la democracia”.
Y también señaló a los responsables de la campaña: “Ese sector que cree en una sociedad debilitada, donde hay que barrer a los medios independientes para hacerse del control de la sociedad”. Dijo que había soportado su prisión “entera y con orgullo”, admitió que sufría por sus hijos.