El ex ministro de Economía no se había cambiado para cuando Pichetto le tocó el timbre, algo que advirtió su esposa Claudine. “¿No te vas a cambiar?”.
El martes 15 de enero Roberto Lavagna se despertó temprano. Esperaba visitas: había arreglado que al mediodía el senador Miguel Ángel Pichetto iba a pasar por su casa de Cariló. Sin embargo, en la ruta hubo menos tránsito de lo esperado y el peronista llegó 20 minutos antes.
El ex ministro de Economía no se había cambiado para cuando Pichetto le tocó el timbre, algo que advirtió su esposa Claudine. “¿No te vas a cambiar?”. Lavagna, poco preocupado por la moda, recibió tal como estaba al senador, algo que atestiguó NOTICIAS, el único medio que los vio salir juntos. La foto haría furor en las redes, por las medias blancas y las sandalias que tenía puestas el hombre al que muchos sueñan como el candidato ideal.
Nadie esperaba el rebote, que despertó alarmas en el Gobierno. “Estuvo armada, fue una gran idea para instalarse”, dicen recelosos, los estrategas oficiales. Marco, el hijo diputado de Lavagna, le bajo el tono a las teorías conspirativas: “Se pone las medias porque las chancletas le raspan los dedos”.