Pedido de Publicación
No hay dudas que fuertes embates se encuentran dirigidos actualmente para desangrar al peronismo a través de intentar desvirtuar, su mayor bandera de gestión y construcción: la justicia social. Es evidente que, con la pasividad e ingenuidad de algunos y la complicidad de otros, existe un ataque deliberado contra “su fuerza de trabajo”, siempre puesta en contra de la maquinaria que tritura la potencia de sus “desobediencias históricas”. Aquellas que han caracterizado al movimiento peronista. Desobediencia que coronó un 17 de octubre; que construyó prolongadas resistencias contra las injusticias sociales y que supo diseñar y llevar adelante, las mejores iniciativas políticas para la mejora de las mayorías populares. Parece imposible de creer que hoy no sean temas centrales y casi exclusivos, algunos eventos transcendentes que acechan en lo inmediato y que requieren de una justicia social plena.
Y ahora, es la propia “justicia” (y no la política) su enemigo principal. Y no lo es solo actualmente, ni con medidas y acciones que ni siquiera son dirigidas en exclusividad contra el peronismo. Es contra toda sensación ciudadana de Justicia valedera. Valga recordar las múltiples situaciones en las que se han menospreciado los reclamos de Verdad y Justicia y con ello, la integridad mínima de los valores democráticos. Y todo, con la complicidad de Jueces Supremos que más que justicia, imparten sensaciones de complicidad. Fue nuevamente el peronismo participando de movimientos multitudinarios quien encontró el freno a esas injusticias. Si no se hubiera enfrentado “a la justicia de los Supremos” con respecto a sus decisiones con los genocidas ¿Qué autoridad moral quedaba en pie? ¿Qué democracia real podía construirse basada en semejante “justicia” Y hoy, vemos una Corte Suprema que mantiene la balanza inclinada hacia un solo costado. El de los privilegios. Algo de aquella sensación vuelve para hacerse vigente, anteponiendo mercado sobre Derechos Humanos. Y no debemos olvidarnos de que todo puede repetirse: los negacionismos de ayer, son los negacionistas del derecho a la subsistencia digna de hoy. Y tengamos en claro que expresan no exactamente una disculpa sino una intención de repetir lo que ya hicieron.
El poder sobre la libertad y el patrimonio de 47 millones de personas no puede estar en manos de quienes se manifiestan en contra de la verdadera Justicia. Y resulta imperdonable que no sea condenada en tapa de diarios. Y más indignante aún que, en realidad, LA REALIDAD (valga la redundancia) sea deliberadamente tapada. Los grandes medios muestran ya obscenamente sus operaciones para perpetuar lo asocial. Aquello que atenta contra criterios de solidaridad y contra la construcción solidaria que fundamenta el peronismo y el humanismo. Empresas trasnacionales, angurrientos con criterio “capitalista” y las corporaciones monopólicas han decidido borrar el sentido de la existencia de convivencia digna, compartida con otros y otras compatriotas. No tienen patria, sino ganancias offshore. Una catástrofe alimentaria derivada de la guerra, no es un problema sino una oportunidad. Pero allí está el rol irrenunciable del peronismo para regular en función de los derechos para las mayorías. Y para privilegiar las realidades cotidianas sobre el deseo de buscar consensos imposibles. Es la lógica de la democracia que así sea. Esta situación magnifica el reconocimiento de lo hecho por Eva Perón, en momentos donde el rol de la mujer distaba en mucho de ser el ámbito político. Y si algo distingue al peronismo, son sus reivindicaciones populares. Con todas las contraindicaciones y defectos que poseen los movimientos populares. Lo otro que define la política, es el conflicto de intereses entre partes. No es un «té de señoritas» como decía Don Raúl Alfonsín, y más aún en el mundo de hoy, donde el poder real pasa por los medios de comunicación y la «big data», aquella misma que se encarga en convertir en «sentido común», aun lo que va en contra de los propios intereses de quienes se creen que son sus constructores. Pero a pesar de todo ello, quiero seguir creyendo que todavía queda la esperanza de que algo que no responda a dicho poder, puede ganar batallas. Grandes o chicas. Pero son éstas lo que da aún sentido al construir en comunidad. Lo que se opone a la meritocracia basada solo en lo individual. Y no hay que claudicar, porque a pesar del enorme poder de aquellos, quedar a su merced sin «patalear» al menos, no es opción para algunos de nosotros. Siempre se tiene la esperanza de conseguir algunos éxitos en el intento. De otra forma, nunca hubiera existido la posibilidad de que surjan los movimientos populares como el peronismo. Todos los movimientos realmente populares, siempre se han generado en contra de sistemas de convivencia que solo privilegian a unos pocos. Y el peronismo no fue (ni es), la excepción. En definitiva, es imperdonable que un Supremo de la Nación representando a “la justicia” (por si quedaban dudas, para pocos) tenga el atrevimiento de parafrasear por lo opuesto, el sentido épico de una consigna basal del peronismo con aquello que expresó Eva Perón cuando mencionó que donde existe una necesidad, nacía un derecho. ¿Es posible soportar con liviandad que un “Supremo de la Justicia de la Nación” desconozca los derechos básicos consagrados en la Constitución Nacional y en los Derechos Humanos asociados a la misma? Al escuchar sus pensamientos antisociales, uno se siente fuertemente tentado en rebautizar al Dr. Carlos Rosenkranzt y sus acólitos, como por ejemplo Javier González Fraga al expresar que “les hicieron creer que podían” en referencia a los sectores populares. Pero algo hay que agradecerles. Sirven para reafirmar lo que somos y que no debemos olvidar lo que debemos seguir siendo. Simplemente peronistas, en procura de la Justicia Social.