
Un artículo, gentileza de Carlos Parodi, periodista, escritor e investigador, IG Carlos Parodi.64″
19 de Febrero de 2025
Burbujeantes ollas de caldos hirviendo ojos de víboras y miembros de toros y/o de patas de sapos, son quizás los clásicos ingredientes utilizados en las “pócimas para el amor” o “para la desgracia” que conformaron desde su origen el supersticioso decorado del imaginario popular.
Las figuras de las Brujas que provocan “daños” y maleficios han sobrevolado por los cielos (y en especial por los infiernos) de la historia universal. Mucho se ha escrito y seguirá escribiendo acerca de estas intrigantes y sombrías figuras que escapan a toda lógica racional y que siguen causando temor ante el desconocido poder que supuestamente invocan.
La Brujería como tal, fue en los primeros tiempos considerada como acto de paganismo y ya hacia el siglo XV decretada oficialmente como “obra satánica” por los representantes de la Iglesia Católica. Perseguidas y llevadas a la hoguera durante siglos en Europa, también sufrieron la persecución en países del continente Americano.
Según relata el antropólogo escocés James Frazer (1854-1941) en su monumental obra “La Rama Dorada” que data de 1890, los indios norteamericanos practicaban actos de hechicería ya que creían que dibujando la figura de una persona en la arena y clavándole una estaca en su plexus solar le infligían un atroz daño al humano representado en dicha silueta.
Lo cierto es que los hechizos o maleficios como macabros protagonistas de la memoria tan infernal como mágica de los pueblos han ocupado también en nuestro país mucho espacio, tanto en obras literarias como en investigaciones folklóricas así como también en insólitas crónicas periodísticas.
En “Recuerdos de Provincia”, publicado en 1850, Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) narra el momento en el que llevan detenida a una mujer acusada de brujería. La mujer grita a los que la llevaban: “¡Es bueno que me castiguen a mí que soy pobre! A fe que no han de castigar a Doña Teresa Funes o a Bernarda Bustamante y otras respetables señoras ancianas, que asistían los sábados al camposanto donde se practicaban los ritos consabidos de la brujería!”
También en el Martín Fierro (1872) poema narrativo escrito por José Hernández (1834-1886) se apela a un curioso verso relacionado con el mate: “Hermano, le han hecho un daño. Y se lo han hecho en un mate”…
Otro ejemplo es el que brinda el poeta e investigador folklórico correntino Guillermo Perkins Hidalgo ( 1902-1975) donde detalla un maleficio que era utilizado por las brujas en los inhóspitos ranchos ubicados en desolados parajes de la provincia mesopotámica: “Para quebrar el alma y el cuerpo de alguien, se le debe tomar una fotografía a la entrada del sol y luego enterrarla en un pozo, con sal, azufre y aceite.” Inferimos que para conseguir un efecto inmediato –de forma de que no quedaran dudas acerca de los sentimientos que despertaba el pobre desgraciado- también se aconsejaba “orinar y cubrir de escupitajos toda la zona”.
Es indudable que para intentar obtener el daño deseado, las brujas de todos los confines del mundo poseían su propia metodología. Una especie de “manual de instrucción” que contemplaba el uso de objetos personales de la víctima (ropa, tazas, utensilios) así como fragmentos de su propio cuerpo (pelos, uñas, piezas dentales). Del mismo modo y con el fin de completar una auténtica obra de hechicería, se fabricaban pequeñas figuras realizadas con materiales blandos que permitían ser atravesadas con agujas y alfileres. No son pocos los investigadores folklóricos que también mencionaban el uso de tierra fresca de cementerios, cadáveres de gatos, cabezas cortadas de gallinas y carne de cualquier animal en proceso de putrefacción.
Advertencia sobre muñecos malditos y velas “especiales”
La figura del muñeco que representa a la persona hacia la cual las brujas direccionan su eventual “daño”, es una de las clásicas dentro del infernal espectro de la hechicería mundana. Para la instrumentación de este maleficio, deben existir sustancias que relacionen al muñeco con la supuesta víctima, para lo cual esa figura representativa tiene que estar compuesta por fragmento de pelos, de sudor o de sus propias heces. Es indudable que tamaña ingeniería casera requería por parte de las brujas una alta dosis de tolerancia ante actos de semejante repugnancia.
Los tiempos han cambiado y las escobas y los sapos descuartizados quedaron en el olvido. Pero atención: hoy en día se observan volantes pegados en puertas y postes de luz que prometen de forma gratuita desatar “trabajos malignos” y recuperar el “amor perdido”, previo pago de unas “velas energéticas“ que curiosamente alcanzan valores astronómicos que espantan el bolsillo de cualquier inocente cristiano.
Cuando los “pinchas” fueron pinchados
GUALICHOS FUTBOLEROS
Dos curiosos episodios también dieron cuenta del uso de gualichos en el marco del juego más popular del mundo. En 1948 en la provincia de Tucumán se allanó la vivienda de una bruja que, con el fin de curar los males, engañaba a la pobre gente que concurría a visitarla. Los efectivos policiales encontraron sobre la pared de la vivienda una fotografía del futbolista y goleador Mario Boyé (1922-1992) que presentaba pinchaduras de alfileres tanto en su nariz como en sus valiosos pies. También los denominados “Pincha ratas” fueron objeto de un maleficio. En el año 1954 Estudiantes de La Plata jugaba en la divisional “B” y se hizo trascender que tal amargura había sido provocada por una bruja llamada “La Tigra Calabrese” quien había utilizado fotos del equipo platense en las cuales los jugadores estaban atravesados por alfileres y sus robustas piernas cosidas por hilos negros. ..
ESCRIBE AQUI