¡UN MILLÓN DE GRACIAS! (Por Juan Pablo «Poli» Odera)

Hace unos días, me tocó vivir un episodio que pudo haber terminado en un segundo con mi vida.

Me encontraba viajando por la ruta 2 a bordo de mi camioneta marca Hyundai, dirigiéndome hacia Caba, bastante molesto por problemas que justamente tenían que ver con la camioneta mencionada, y algunas irregularidades que pese a haber abonado el service, no se habían solucionado.

Por ese motivo, es que iba a menos de 100km. por hora, ya que no quería tener algún problema y poder llegar tranquilo hasta el lugar donde el vehículo sería revisado.

Ahí sucedió todo en menos de 10 segundos, que parecieron horas. Un mensaje que llegó, el teléfono que cayó al suelo, y el terrible error de agacharme a levantarlo. Ahí, fue donde se desató el infierno: al levantar la vista, vi a un camión que ya estaba a metros, y alcancé a «pegar el volantazo», pero no pude esquivar totalmente el choque. Un estallido que me llegó al cerebro, todo dio vueltas, vidrios, fierros y, como dije anteriormente el infierno que me rodeaba. Fueron segundos eternos, en los que pude pensar en mi hijo, y en que por favor, la muerte no me aleje de él.

Realmente, luego de esa eternidad que duró no más de tres segundos, no podía salir de la confusión y el asombro. Estaba bien. Estaba vivo.

Dios, Alá, Jehová, El Universo o la fuerza que gobierna las cosas, estuvo sin dudas junto a mí, y me cuidó de algo que aún hoy no entiendo cómo sobreviví. El chofer del camión al que embestí, no podía salir de su asombro, lo mismo que un rato después los médicos que me atendieron. Viendo el estado del auto, lo lógico era pensar que nadie salió con vida de ahí dentro.

Nací otra vez. Un poco en broma, digo que sin dudas Dios tiene grandes planes para mí, pero muy posiblemente así sea. «Nadie muere en la víspera» decía un ex presidente, y debe ser cierto, porque aún la razón no me permite entender como salí totalmente ileso y sin un rasguño de los fierros retorcidos de mi vehículo.

Escribo esto, porque el incidente me sirvió para apreciar que todo puede terminarse en un segundo, sin previo aviso y sin nada que se pueda hacer. También para no cometer nunca más la torpeza de «desatender» la ruta o el frente cuando uno va manejando. Es una décima de segundo que puede costarnos la vida.

Pero sobre todo, escribo y solicito que se publiquen estas líneas, para agradecer infinitamente a la gente de la Vial, ahí en Lastra y Ruta 2 que me atendieron y que se ocuparon de mis pertenencias. A la gente que frenó y se interesó por mi estado, cuando ocurrió el accidente. Y a los profesionales médicos, enfermeros y los demás integrantes de nuestro querido Hospital Municipal San Vicente de Paul que me atendieron como un rey y se preocuparon por cómo estaba y como sigo.

A TODOS, UN MILLÓN DE GRACIAS!

Juan Pablo «Poli» Odera

DNI 26.074.372