Ocurrió en marzo de 2006 en La Pampa. El cabo estuvo desaparecido 18 horas y algunas pruebas avalan su relato. En diálogo con TN, repasó su extraordinaria experiencia.
6 de Septiembre de 2023
El caso de Sergio Puchetta conmocionó a General Pico, en La Pampa, en marzo de 2006. Cabo de la policía provincial, estaba patrullando una zona rural minutos antes de las 22 cuando vio un resplandor rojo sobre un monte y, al intentar acercarse, vivió una experiencia extraordinaria que marcaría el resto de su vida para siempre.
Puchetta estuvo desaparecido durante 18 horas. Cuando lo encontraron, a 28 kilómetros de distancia del lugar donde se registró su última ubicación, estaba en posición fetal, se cubría la cabeza con los brazos y llevaba puesto aún su uniforme de policía totalmente seco y limpio, aunque había llovido copiosamente hasta un par de horas antes. Pero lo más increíble del caso fue lo que le ocurrió al policía durante en ese período de tiempo que estuvo perdido, algo de lo que recién pudo empezar a hablar una década y media después.
No fue fácil ni inmediato salir del estado de shock que le produjo la experiencia, aun cuando ya se encontraba a salvo y rodeado por la gente que conocía. Algo en él se había quedado detenido, pero como decían en una conocida película de ciencia ficción, la pregunta correcta no era dónde, sino cuándo. La respuesta, o parte de ella, surgió del teléfono celular de Puchetta, el cual había quedado tirado y desarmado en el lugar en el que se “esfumó” su dueño.
En diálogo con TN y a 17 años de todo aquello, el policía ahora retirado de la fuerza destacó uno de los detalles más inquietantes del caso: “Cuando le pusieron de nuevo la batería al teléfono no había ninguna llamada ni ningún mensaje registrado. Lo único que se vio al encenderlo fue la fecha: 2028″.
Luces, parálisis y elevación
El 2 de marzo de 2006 fue un jueves. Puchetta fue a trabajar como lo hacía habitualmente, se subió a su moto y salió a patrullar. Lo singular de aquella jornada es que tenía previsto abarcar con su recorrido una zona aledaña para cubrir a un colega, que esa noche tenía un compromiso familiar.
Llevaba recorridos unos 80 kilómetros cuando llegó a un lugar conocido como “El cruce de las Cañas” y vio sobre el monte un extraño resplandor de color rojo. El cabo creyó que podía tratarse de cazadores furtivos y decidió acercarse al lugar para ver mejor.
Puchetta estacionó la moto, dejó colgado el casco del espejo y empezó a caminar hacia la zona donde había visto el resplandor, pero no encontró nada. Entonces, como faltaban pocos minutos para las 22 y a esa hora tenía que estar de vuelta en la sede del Comando Radioeléctrico, volvió sobre sus pasos para irse, pero nunca llegó a subirse de nuevo al vehículo.
“Vi dos pequeñas luces que se pusieron frente a mi cara y me paralizaron”, relató Puchetta a este medio. Y añadió: “No podía mover nada, solo sentía un cosquilleo que me entró por la vista y me recorrió todo el cuerpo”.
Durante un lapso de tiempo imposible de precisar no pudo moverse. Tan solo sentía ese cosquilleo, fuerte,“como si me picaran hormigas, me hacía doler”. Y de repente, tan abruptamente como las luces lo habían encandilado, Puchetta sintió que “lo soltaban” y empezó a caminar primero y a correr después, pero en contra su voluntad.
“Algo me levanta y me suelta, me levanta y me suelta de los hombros… hasta que al llegar a un determinado lugar, no piso más el suelo”, describió. Ese fue el momento en el que Puchetta desapareció.
La llamada ¿que no fue?
Durante el tiempo que el cabo estuvo “desaparecido” el colega que le había pedido que patrullara su zona, Marcelo Villegas, recibió un llamado desde el número de teléfono de Puchetta, aunque no reconoció su voz.
Después, Villegas le contaría que la voz que escuchó del otro lado del teléfono no era la suya, sino que parecía “como distorsionada”. Aun así, la urgencia en sus palabras lo puso en alerta de inmediato.
“Venite para Las Cañas, vos sabés lo que pasa”, fueron las palabras de Puchetta según contó el otro policía, que en ese momento se comunicó al teléfono de emergencias 101 y a los 10 minutos el jefe del Comando Radioléctrico ya estaba en el lugar donde había desaparecido su subordinado.
La vida “en cámara lenta”
Mientras se daba inicio al operativo de búsqueda de Puchetta, este había entrado como en una suerte de trance. “Sentí que estaba adentro de la panza de mi madre y empecé a recordar cosas de la infancia”, señaló. Y subrayó: “Como si fuera mi vida en cámara lenta, no sé durante cuánto tiempo”.
En un determinado momento tuvo la sensación de haberse despertado, y es entonces cuando advierte la presencia de “un bulto grande y negro, que tendría fácil 3 metros por 3 metros de alto”. “Me dio mucho miedo”, recordó ahora, y también apuntó que “la figura levitaba” y cuando él quiso acercarse, desapareció.
“Se encendieron unas luces arriba mío y empiezo a sentir que estoy sobre algo caliente, que me hace doler la planta de los pies”, detalló Puchetta. Y afirmó: “Una voz me decía que me tranquilice, que iba a conocer mi hija… y me mostraron a mi hija, que todavía no había nacido”.
Huellas que se pierden solas
Puchetta no lo sabía, pero mientras él se “asomaba a su futuro” lo estaban buscando aviones, helicópteros y personal de bomberos, policía y defensa civil. Un cerco perimetral preservaba la escena donde habían quedado abandonados la moto del cabo, “el celular (un Nokia 1100) totalmente desarmado, el arma desarmada y los cartuchos de punta”. Todo, menos él.
“Solo divisaron las huellas donde yo había estado parado y las empezaron a seguir”, indicó. Las pisadas al principio eran normales, pero después la distancia entre huella y huella comenzó a distanciarse. Un metro, dos metros y así hasta llegar a siete metros. “Más o menos 2 kilómetros 800 las siguieron, hasta que desaparecen”, precisó.
Los investigadores se llevaron para peritar el teléfono Nokia 1100 de Puchetta que había quedado tirado en ese lugar, y los resultados sumaron su cuota singular al caso. Además de la lejana fecha en ese momento del año 2028 cuando se encendió la pantalla, no existía ningún registro de llamadas ni mensajes, aunque el policía Marcelo Villegas aseguró haber hablado con él y esa conversación, que según el informe no existió, fue la que llevó a todos al preciso lugar donde el cabo había desaparecido.
“Si te quedás acá te venimos a buscar de vuelta”
Puchetta apareció a las 4 de la tarde del día siguiente, a unos 28 kilómetros de distancia de donde habían quedado todas sus cosas, un lugar conocido como El Triángulo. Lo encontró el dueño del campo, un hombre llamado Luis Alberto Barbero, que refirió haber visto cuando volvía a su casa“a una persona en posición fetal, que se tapaba la cabeza y vestido de policía”.
“El hombre dice que me hablaba y yo no respondía”, sostiene Puchetta, que un rato más tarde ya estaba rodeado de patrulleros, una ambulancia, los medios periodísticos y hasta un ufólogo. Todavía hoy no puede explicar la presencia de este último, experto dedicado a la investigación de objetos voladores no identificados.
A simple vista, hubo dos detalles que llamaron la atención de quienes se acercaron el lugar donde fue encontrado. “No había huellas alrededor mío, como si me hubieran depositado ahí”, contó ahora Puchetta, en base a los testimonios. La otra particularidad es que aunque una fuerte tormenta había azotado la zona toda la madrugada, el uniforme que llevaba puesto Puchetta cuando lo encontraron estaba totalmente seco y limpio.
Puchetta seguía sin poder articular palabra, pero recuerda muy bien, aún ahora después de tantos años, la voz que escuchaba en ese momento dentro de su cabeza: “Si te quedás acá te venimos a buscar de vuelta”. Y el cabo finalmente se incorporó, atinó a abrazar a su superior, el comisario Roberto Ayala, y empezó a llorar.
Epílogo
Sergio Puchetta nunca se fue de La Pampa, pero recién hace un par de años empezó a hablar sobre la experiencia que tuvo en 2006. El estigma, la vergüenza, aparecen como un común denominador entre quienes, como él, vivieron “encuentros extraordinarios”. No obstante, en su caso existen pruebas que avalan su relato. Fue reconocido en la primera revista ufológica de Francia.
Alejado de la fuerza, nunca volvió a tener “otra experiencia igual” a aquella, aunque sí tuvo algunas otras menores. “Miedo voy a tener siempre”, le dijo a TN. En ese sentido, apuntó que trata de mantenerse ocupado todo el tiempo con algún hobby o actividad: “Para no recordar tengo que mantener mi mente distraída”.
publicado en TN
nota de la periodista Luciana Soria Vildoza